¿Siguen siendo importantes los códigos de vestimenta en los entornos laborales? Es la pregunta que plantea El País en este artículo. José Antonio García, socio director de Ackermann International, explica claramente que la vestimenta proporciona mucha información acerca de un profesional, sin ir más lejos, en una entrevista de trabajo. “Ir vestido muy en línea con las últimas tendencias puede ser indicativo de que nos encontramos ante una persona proactiva y a la que no le asustan ni los retos ni los cambios”. Eso sí, aclara, se trata de simples indicios, “pistas para el ojo del reclutador experto”, que luego hay que contrastar con otros elementos valorativos.
Las circunstancias coyunturales también son un factor importante de cambio. Por ejemplo, la crisis financiera hizo que el look de lobo de Wall Street cayera un tanto en desgracia. “Antes un candidato a un puesto de trabajo tenía que venir a la entrevista perfectamente uniformado de acuerdo a su sector. Era una sociedad de éxito, muy hedonista, y los triunfadores tenían que ser guapos, llevar trajes caros y camisas de gemelos. Se miraba más la forma que el contenido. Ahora la dimensión cognitiva o profesional prima sobre la capa exterior”, sostiene este cazatalentos.
Aunque sin pasarse. Porque en igualdad de condiciones la empresa se va a sentir más cómoda con el aspirante que más se ajuste al manual. “En determinados sectores o profesiones el hábito sí hace al monje, o por lo menos, su ausencia puede resultar un tanto desconcertante”, dice García. Y es que una indumentaria acorde con ciertos arquetipos suele ayudar a generar confianza de cara a la imagen exterior.